El gran mito viviente vuelve otra vez. El siempre eterno Ráphael. Un personaje que nació con una sonrisa perenne y unos gestos que hicieron famosos y tolerables a más de un cómico penoso en sus inicios malabares de la sonrisa fácil. “Yo soy aquel” solía repetir una y otra vez con la americana al hombro y su cara llena de niñez rebelde de los setenta. La prensa con críticas dispares, se dejaba llevar con los movimientos enérgicos de sus manos y sus desmanes ahora recordados.
sábado, 22 de septiembre de 2007
Yo soy aquel
El gran mito viviente vuelve otra vez. El siempre eterno Ráphael. Un personaje que nació con una sonrisa perenne y unos gestos que hicieron famosos y tolerables a más de un cómico penoso en sus inicios malabares de la sonrisa fácil. “Yo soy aquel” solía repetir una y otra vez con la americana al hombro y su cara llena de niñez rebelde de los setenta. La prensa con críticas dispares, se dejaba llevar con los movimientos enérgicos de sus manos y sus desmanes ahora recordados.