jueves, 18 de octubre de 2007

La vida es arar y arar...


Nadie le había explicado que la vida no era fácil. Al cumplir siete años, revolviendo unos matorrales en medio del bosque, una vieja granada, le voló la mano izquierda. El había oído de cosas que no se debían de hacer y menos tocar, pero que le vas a explicar a un niño a punto de cumplir los ocho.

Hoy en día, cumplidos los veinticinco, trabaja en el campo. El gobierno no contempla ciertas ayudas para los discapacitados. Alguien del poder ejecutivo dijo en una cena con los sindicatos… Si no ven bien de un ojo, que miren por el otro lado.

Abel, no cree en nada. Ni en Dios, ni la patria, ni el honor a la bandera. Mucho menos en las personas de sonrisa fácil que amparados en la necesidad de un pueblo, sonríen a cambio de engaños que nunca se cumplen a manera de promesas.

Solo cree en su trabajo y su viejo caballo al que llama cielo y cuida como si fuese su propio hijo.